Según el diccionario: del latín amor, Afecto fuerte que nos acerca al objeto de nuestro deseo; Inclinación del alma y corazón; afecto, pasión; inclinación exclusiva; gracia teologal.
En el Nuevo Testamento: Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es el amor (1 Co 13:13)
Según la etimología: los griegos disponían de tres palabras para referirse al amor: Eros, Philos y Ágape. Eros es el amor saludable entre dos personas, el que justifica la vida y perpetúa la raza humana. Philos, por su parte, es lo que se siente por los amigos. Por último, Ágape, que contiene tanto a Eros como a Philos, va mucho más allá del hecho de que alguien concreto “nos resulte simpático”. Ágape es el amor total, aquél que devora al que lo siente. Para los católicos, éste fue el amor que Jesús sintió por la humanidad, un amor tan grande que afectó a las estrellas y alteró el rumbo de la historia del hombre. Todo aquel que siente y conoce Ágape, comprende que apenas hay una cosa importante en el mundo: amar.
Para Oscar Wilde: Todos matan lo que aman / Y todos deben saberlo / Con mirada amarga algunos / Otros con suaves palabras / Besando mata el cobarde / El valiente usa la espada. (En Balada de la cárcel de Reading, 1898).
En un sermón de finales del siglo XIX: Derrama generosamente tu amor sobre los pobres, no te resultará difícil. También sobre los ricos, que desconfían de todo el mundo, y no consiguen notar el amor que tanto necesitan. Y también sobre tu prójimo, lo más difícil, pues justo con los más cercanos somos más egoístas. Ama. No pierdas nunca una oportunidad de hacer feliz a tu prójimo, pues tú mismo serás el primero en beneficiarte (aunque nadie sepa lo que estás haciendo). El mundo que te rodea se tornará más alegre, y a ti todo te resultará mucho más fácil.
Me encuentro en este mundo viviendo el presente. Decidme, por favor, cualquier buena acción que pueda llevar a cabo, o cualquier alegría que pueda darle a alguien. No me permitáis postergarla u olvidarla, pues nunca regresará este momento único. ( En El Don Supremo, de Henry Drummond [ 1851-1897])
En un mensaje de correo electrónico recibido por el autor: “mientras no le ofrecí a nadie mi corazón, nunca tuve ninguna mañana de angustia ni ninguna noche de insomnio. Pero desde que me enamoré, mi vida viene siendo una cadena de angustias, pérdidas y desencuentros. Pienso que, usando el amor, Dios consiguió esconder el infierno en medio del paraíso” (C.A., 23/11/2006)
Para la ciencia: En el año 2000, los investigadores Andreas Bartles y Semir Zeki, del University College de Londres, localizaron las áreas del cerebro activadas por el amor romántico con la ayuda de una serie de estudiantes que se declaraban perdidamente enamorados. En primer lugar, concluyeron que la zona afectada por el sentimiento es mucho menor de lo que pensaban, y, además, es la misma que se activa en casos de euforia, como la provocada, por ejemplo, por el uso de cocaína, lo que llevó a los autores a la conclusión de que el amor es semejante a la manifestación de dependencia física provocada por drogas.
Mediante el mismo sistema de escanear el cerebro, la científica Helen Fisher, de la Rutgers University, averiguó que tres características del amor (sexo, romanticismo y dependencia mutua) estimulan áreas diferentes de la corteza cerebral, de lo que se deduce que se puede estar enamorado de una persona, querer hacer el amor con otra, y vivir con una tercera.
Para un poeta: El amor no posee nada, ni quiere ser poseído, pues se basta a sí mismo. Él os hará crecer, y a continuación os arrojará por los suelos. Os azotará para que sintáis vuestra impotencia, os agitará para que salgan todas vuestras impurezas. Os estrujará para haceros flexibles.
Y por fin os tirará al fuego, para que podáis convertiros en el pan bendito que se servirá en la fiesta sagrada de Dios (En El profeta, de Khalil Gibran, [1883-1931])