El insomnio me corrompe, alimentado de ideas mortíferas y de una enfermedad que silenciosamente se apodera de todo. Las paredes me devoras y aquello que era insignificante cobra toda la importancia de la que soy capaz de dar.
A fuego lente se cuecen mis miedo y me atenazan las miradas de los que solo se pueden dar cuenta.
La incomprensión no existe para quien no sabe explicar el dolor que lleva en las entrañas, la mentiras más sencilla es decir "todo está bien"... el confiar se hace tarea imposible.
Me envenena el deseo más putrefacto, llenan los días y mis noches los instintos más bajos. No puedo pensar en otra cosa que no sea hacerme daño, no me distraigo ni un segundo de mi fatídica meta.
Invade mis horas de sueño con palabras lacerantes, solo lo puedo drenar con un objeto punzante.
Necesitando unos brazos fuertes que amortiguen la caída que nadie está dispuesto a presenciar.
Prostituyo mi regalo a la merced de un monstruo sin cabeza, entregando mi imaginación como sacrificio previo a la muerte.
Cavo la tumba de mi cuerpo con palabras moribundas.