Estar encerrada en 4 paredes me hace pensar que nada peor puede pasar… Mis 4 paredes protectoras, las que envolvía en mágicas historias que me acompañaron en mi infancia solitaria. Fueron tantos sueños construidos que me invadió el miedo cuando tuve que salir… ¿Cómo alejarme de mi fortaleza y del lugar que me hacía sentir tan segura? Ahí podía ser yo misma y llorar sin miedo a ser juzgada.
Como quisiera regresar a mi zona de seguridad, revestir las paredes de recuerdos hermosos y olvidarme de todos los malos momentos que trajeron estos años a la intemperie, dejando que cada cosa me afecte, que cada nuevo amigo se convierta en una debilidad… Extraño mi habitación, el único lugar donde soñar era gratis y jugar a ser otra persona era lo único que me podía hacer olvidar, ahí pude fraguar con ardua labor la barrera que me protegió por tanto tiempo y que una persona con un solo gesto tumbó y no le importó que quedara desnuda.
Pero de esa misma habitación abrí las puertas y ahora está bañada de bellos y dolorosos recuerdos. Nunca debí dejar entrar a esa gente que tanto adoro. Cambié el color de mis muros por el de unos brazos inconstantes que solo prometieron una felicidad que se llevaron consigo.
En mi habitación aprendí a siempre luchar por lo que quiero aunque no tuviese contra quien luchar y también aprendí a preocuparme por los demás por los demás sin tener quien se preocupara por mí. Mi habitación era mi mundo y ahora es solo el lugar donde me hecho a descansar. Ahora ¿Cuál es mi habitación? Este espacio ¿y cual es mi decoración? Estas letras. Y aunque extraño mis 4 muros y todo duele más… Ha valido la pena… Dejé la soledad.
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