Y es la simpleza de algunos actos lo que reafirma las decisiones que más de una vez pensamos que están equivocadas. En mi estómago el nudo viene y va, en mi garganta por el otro lado ya no se agolpan palabras. La rutinas es el tibio manto protector con el que me cubro de lo que podría ser un episodio gris en una vida claro-oscura. Sin previo aviso llegan los momentos de arrepentimiento, y me aferro a mi locura, que cuerda no me sirvo de nada y el sufrimiento me corroe las entrañas.
Me sujeto a los dulces besos y a los chistes compartidos, me sujeto a la realidad sin ignorar la felicidad. Las mariposas en mi estómago se fueron de paseo y prometieron regresar algún día, pero no las espero... Me dedico a mi oficio con el amor que hace mucho tiempo no podía en nada. Se acabaron las búsquedas banales de aquello que no es mío.
En las noches la brisa me recuerda lo sola que se está... llevando con su fuerza las lágrimas que me rehuso a derramar. Una ira que desconocía se liga con una paz que nunca había experimentado, no me siento una mujer a medias, no me siento menos por no dar más.
Estoy pues no puedo irme... me voy porque aquí no pertenezco. Renuncio a dañar con los sentimientos que existen solo en mis palabras, rehuso a sentirme un monstruo por no ser capaz de demostrar aquello para lo que no fui entrenada.
Es mi vida por primera vez un reflejo de lo que tanto soñé... son mis pasos los correctos a pesar de que el futuro es incierto.
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