Hace semanas que no veo llover,
y aún siento sobre mi alma la lluvia caer.
Las llagas que dejan a su paso me dicen
que son lágrimas
que cual sangre dejan un cuerpo débil lleno de dolor.
No es fácil decir adiós a los viejos hábitos
llenos de culpa y de miserable pasión.
Esos que arrancan de las manos palabras de desolación
cuando lo único que buscamos es comprensión.
Se desliza dentro de mi piel ese líquido salado
que no me deja ver,
que escosen las heridas
en las que había dejado de creer.
Entre la pared de mis miedos
y la espada de tus palabras
se retuercen mis memorias, las culpas y las añoranzas.
QUE PENA.
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