Si dejar de señalar mis errores, y mis defectos fuera una tarea fácil quizás ya hubiese dejado de hacerlo. Solo Dios sabe que un peso en el cuello menos al despertar sería sin duda una razón de alegría.
Este constante vaivén que últimamente reina en mi mente y en mi corazón ya le están pasando factura a mi estado físico. La extenuación de querer y no tener, de tener y no poder, de ser grande pero nunca lo suficientemente grande.
La realidad de que mis errores son incomparables con mis aciertos, porque los primeros siempre serán mayores que los segundos.
Quizás me ahogo como todos los días en un mundo que no me siento en capacidad de controlar, en deseos que no sé canalizar y en un tiempo que no sé crear.
Me doy cuenta de que no es la típica conmiseración de mis años de adolescente en los que el llorar frente al espejo parecía el ejercicio más necesario.
Ahora ante una realidad tan parecida y pequeños cambios a los que no me he podido adaptar me encuentro ante una lista de sueños y prioridades que no me van a dejar llegar a ningún lado pues es tan difícil de organizar.
Tendré que leer todas esas páginas que se encuentran desperdigadas en mi interior y descubrir sin titubeo que es lo mejor para MI.
No hace mucho me tildaron de egoísta, palabra que me sentó como un tempano de hielo porque en realidad y para mi desgracia esa es una característica que quisiera poseer pero que no poseo. Esta no es falsa modestia, o no sé como diablos llamarlo. Si hay algo que quisiera ser es egoísta, poder poner mis necesidades conscientemente ante las de los demás porque nunca he sido capaz de atravesar por el dolor de otros y llegar al mío.
Pero increíblemente me veo rodeada de personas que manejan el egoísmo como un arte, algunos de forma sana otros no tanto. Y al final me siento de la misma forma, exprimida hasta que no queda nada de lo que yo misma pueda disfrutar, me rompo en mil pedazos y recuerdo que “la suma de las partes es menor que el TODO”
Quisiera poder decir que estoy exenta de pecado alguno, pero sería la mentira que me aseguraría el palco en el infierno, pero no soy el ángel de la muerte, y me rehúso una vez mas a ser responsable por el sufrimiento ajeno, no soy responsable de las sonrisas ni de las lágrimas que mojan o iluminan otros rostros, mi única responsabilidad es con mis lágrimas y mis sonrisas, con mi dolor y mis alegrías.
No puedo seguir llevando un anillo que no me corresponde.
1 comentario:
Yo tambien te quiero.
:P
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